domingo, 9 de junio de 2013

LA JERARQUIOLOGIA*
(I) 

Mg. Hidelbrando Jiménez Saavedra

Por la frecuencia con que nos encontramos tentados o enfrentados a un ascenso o cambio de ocupación, la incomodidad que suele apreciarse en quienes los ostentan, sus resultados generalmente negativos es que estoy recurriendo a una nueva ciencia (poco conocida) para tratar de explicar qué es lo que sucede con tal fenómeno. No está demás expresar que dicha visión siempre se apreciará como parte del humor administrativo; o, si se quiere, una forma humorística de apreciar las cosas serias o viceversa.

La jerarquiología constituye el estudio de las jerarquías, término empleado para describir a toda organización cuyos miembros o empleados se hallan dispuestos por orden de rango, grado o clase. Es de aplicación  tanto a la administración privada como pública, miremos esta última.

La mencionada ciencia se basa en el principio de que en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.

Pero, cómo es que se logra el ascenso. La ciencia de la jerarquiología propone dos mecanismos: impulso-ascenso y empuje-ascenso. El primero es impopular porque requiere de conseguir un “padrino”; el segundo, importa a veces (se constituye uno de los principales síntomas) un interés anormal por el estudio, la instrucción profesional y los cursos de perfeccionamiento (otra manifestación es empezar temprano el trabajo y abandonarlo tarde). Este último mecanismo se convierte a veces hasta en un peligro, según la ciencia que se comenta.

De los dos mecanismos propuestos, el impulso es el más fuerte y vence frecuentemente hasta a la antigüedad. El empuje no puede, por sí solo, sacarle a usted del atolladero.

Los resultados, como vemos, de la investigación de esta ciencia, la jerarquiología, pueden fácilmente oponerse a lo que se pregona permanentemente, desde tiempos inveterados, como méritocracia o gobierno del mérito.

Se oye bien cuando en algún discurso, en cualquier ámbito, se propone el gobierno del mérito. Sin embargo, la falta de precisión del término, tan manido en todos los tiempos, concluye convirtiendo al proceso en una pelea de pulpos.

Ubiquemos el tema, primero, en una de las definiciones que el DRAE ofrece. Mérito es aquello que hace que tengan valor las cosas; es decir, para el presente tema, lo que genera valor a las acciones en ejercicio de la función pública.

Para nuestra normativa del servicio civil, a su vez, uno de los principios que rigen el servicio civil es el Principio de mérito y capacidad. Éste consiste en que el ingreso, la permanencia y las mejoras remunerativas de condiciones de trabajo y ascensos en el servicio civil se fundamentan en el mérito y capacidad de los postulantes y del personal de la administración pública. Para los ascensos se considera además el tiempo de servicio (art. IV del DS 07-2010-PCM). 

Cuando se revisan las normas que implementan tal principio no es extraño encontrar  contradicciones en los elementos que se consideran como meritorios, en los procesos seguidos o en los encargados de conducirlos. Peor aún, no resulta nada particular encontrar los mejores prospectos en los niveles profesionales y profesionalizados de la gestión pública y sin embargo percatarnos que los cuadros conductores no llegan  siquiera a esos niveles. Nada nuevo hasta aquí, para la jerarquiología, por ello resulta recomendable su estudio, más aun cuando resulta completamente divertido en los textos sugeridos.

·         Se puede tener una idea clara y completa de lo que  postula la Jerarquiología, leyendo  los siguientes textos:
- El Principio de Peter (tratado de la incompetencia o porque las cosas van siempre mal) de
  Laurence J. Peter y Raymond Hull;
- Las Fórmulas de Peter, Laurence J. Peter;
- El Plan de Peter, Laurence J. Peter

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