LA JERARQUIOLOGIA*
(I)
(I)
Por la frecuencia con que nos
encontramos tentados o enfrentados a un ascenso o cambio de ocupación, la
incomodidad que suele apreciarse en quienes los ostentan, sus resultados
generalmente negativos es que estoy recurriendo a una nueva ciencia (poco
conocida) para tratar de explicar qué es lo que sucede con tal fenómeno. No
está demás expresar que dicha visión siempre se apreciará como parte del humor
administrativo; o, si se quiere, una forma humorística de apreciar las cosas
serias o viceversa.
La jerarquiología constituye el
estudio de las jerarquías, término empleado para describir a toda organización
cuyos miembros o empleados se hallan dispuestos por orden de rango, grado o
clase. Es de aplicación tanto a la
administración privada como pública, miremos esta última.
La mencionada ciencia se basa en
el principio de que en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su
nivel de incompetencia.
Pero, cómo es que se logra el
ascenso. La ciencia de la jerarquiología propone dos mecanismos: impulso-ascenso
y empuje-ascenso. El primero es impopular porque requiere de conseguir un
“padrino”; el segundo, importa a veces (se constituye uno de los principales
síntomas) un interés anormal por el estudio, la instrucción profesional y los
cursos de perfeccionamiento (otra manifestación es empezar temprano el trabajo
y abandonarlo tarde). Este último mecanismo se convierte a veces hasta en un
peligro, según la ciencia que se comenta.
De los dos mecanismos propuestos,
el impulso es el más fuerte y vence frecuentemente hasta a la antigüedad. El
empuje no puede, por sí solo, sacarle a usted del atolladero.
Los resultados, como vemos, de la
investigación de esta ciencia, la jerarquiología, pueden fácilmente oponerse a
lo que se pregona permanentemente, desde tiempos inveterados, como méritocracia
o gobierno del mérito.
Se oye bien cuando en algún discurso,
en cualquier ámbito, se propone el gobierno del mérito. Sin embargo, la falta
de precisión del término, tan manido en todos los tiempos, concluye
convirtiendo al proceso en una pelea de pulpos.
Ubiquemos el tema, primero, en
una de las definiciones que el DRAE ofrece. Mérito es aquello que hace que
tengan valor las cosas; es decir, para el presente tema, lo que genera valor a
las acciones en ejercicio de la función pública.
Para
nuestra normativa del servicio civil, a su vez, uno de los principios que rigen
el servicio civil es el Principio de
mérito y capacidad. Éste consiste en que el ingreso, la permanencia y las
mejoras remunerativas de condiciones de trabajo y ascensos en el servicio civil
se fundamentan en el mérito y capacidad de los postulantes y del personal de la
administración pública. Para los ascensos se considera además el tiempo de
servicio (art. IV del DS 07-2010-PCM).
Cuando se revisan las normas que
implementan tal principio no es extraño encontrar contradicciones en los elementos que se
consideran como meritorios, en los procesos seguidos o en los encargados de
conducirlos. Peor aún, no resulta nada particular encontrar los mejores
prospectos en los niveles profesionales y profesionalizados de la gestión
pública y sin embargo percatarnos que los cuadros conductores no llegan siquiera a esos niveles.
Nada nuevo hasta aquí, para la jerarquiología, por ello resulta recomendable su
estudio, más aun cuando resulta completamente divertido en los textos sugeridos.
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Se puede tener una idea clara y completa de lo
que postula la Jerarquiología, leyendo los siguientes textos:
- El Principio de Peter (tratado de la
incompetencia o porque las cosas van siempre mal) de
Laurence J. Peter y Raymond Hull;
- Las Fórmulas de Peter, Laurence J. Peter;
- El Plan de Peter, Laurence J. Peter
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